viernes, 3 de noviembre de 2017

LO REAL

 ¡Qué bonito, desde el 15M, gritar por un Proceso Constituyente, pedir la República, hablar del derecho de autodeterminación de los pueblos y que tanta gente aplaudiera!

¡Qué bonito hacer castillos en el aire con movilizaciones crecientes y votos populares que iban a derrocar este régimen!

¡Qué bonito!

¡Y que cruda es la realidad! Cruda, cruda hasta vociferar que el perro no es tuyo.

No estoy de acuerdo en la forma que se ha desarrollado el proceso en Cataluña por parte de los independentistas y luego entraré en los, que considero, son errores suficientes para oponerse al mismo.

Ahora bien, la equidistancia de la supuesta izquierda alternativa (solo rota cuando se testimonia la represión del régimen) demuestra una ceguera absoluta ante el desarrollo de los procesos sociales reales.

Parece que no acabábamos de creernos eso de que “Lo llaman democracia y no lo es” o “que largo se me está haciendo el franquismo” o que eso no tenía consecuencias reales. Íbamos a asaltar los cielos sin mucha dificultad.

Pues sí, era cierto. Esto no es una democracia más allá de lo formal. Pues sí, era cierto, el franquismo pervive en la médula del régimen y es difícil encontrar una estructura más sólida y unida en Europa, política, judicial, comunicativa, empresarial de pensamiento único.

Y los procesos reales se abren por el eslabón más débil. Y el eslabón más débil del régimen era Cataluña. En Cataluña se sumaba la indignación general con el régimen al ninguneo y desprecio al proceso soberanista.

Este proceso se ha acompañado del crecimiento, sin comparación en el resto de España, de las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE.

Dentro del independentismo, su avance provoca la descomposición de la derecha catalanista y deja el proceso en manos de la izquierda. La exigencia de la antigua CIU de seguir presidiendo la Generalitat se convierte en una soga que la ata a un proceso que ya no controla.

Ante la reiterada negativa del régimen español de pactar una solución el frente independentista se embarca en una hoja de ruta unilateral. Desde ese momento se produce la desafección de la supuesta izquierda alternativa no independentista. En el centro de su oposición dos enormes excusas/mentiras:

 Primera excusa/mentira: que el proceso lo dirige la burguesía catalana y persisten aunque la realidad sea tozuda  y muestre lo contrario. La burguesía catalana está muy contenta en el actual Estado de cosas y se ha manifestado, por activa y por pasiva, en contra del proceso.

Segunda excusa/mentira: que el internacionalismo no puede ser independentista. En España el internacionalismo proletario puede ser independentista o republicano federal, lo que no puede ser es partidario de la indisolubilidad del Estado.

Con toda seguridad no ha sido determinante pero la equidistancia ha facilitado la impregnación en capas populares de la reacción autoritaria del régimen. Y, desde luego, si ha sido determinante en esa impregnación en su espectro electoral.

Guste o no guste la estrategia del proceso independentista lo que la “izquierda alternativa española” no ha visto es que en este proceso nos jugábamos el avance del proceso constituyente y la República o la involución del mismo.

El régimen podrido si lo ha visto con claridad. No es la independencia de Cataluña lo que les ha preocupado. Eso se arreglaba con un nuevo acuerdo de mayor autogobierno y financiación o, en el peor de los casos, con un referéndum que perdían los independentistas de todas, todas. Lo que les preocupaba era el referéndum. La puesta en marcha del derecho a decidir era el fin de esta larga noche del postfranquismo.  Antes de permitir la apertura de esa espita era mejor, para ellos, acudir a la represión. El régimen sabe que ha entregado, a corto o medio plazo, la mayoría al independentismo, sabe que va a tener que mantener la “unidad de España” mediante la violencia del Estado; pero le da igual, no se juega Cataluña, se juega su continuidad.

Hemos perdido dos cosas en este enfrentamiento. Hemos perdido Cataluña y hemos perdido el proceso constituyente.

Dicho esto no quiero finalizar sin situar los errores del proceso independentista:

1)      No es posible la autodeterminación de una nacionalidad sin mayoría social suficiente. Ni los datos electorales ni demoscópicos han situado nunca esa mayoría. La prosecución del proceso y la proclamación de la DUI no han hecho si no hacer cierto el argumento de los españolistas de que era una imposición de una minoría a la mayoría del pueblo catalán.

2)      Si se decide desarrollar el proceso de autodeterminación a través de los acuerdos de las instituciones catalanas es necesario demostrar en el proceso escrupulosidad democrática. Sin embargo, se ha procedido, como señaló Joan Coscubiela a un absoluto desprecio a los mecanismos democráticos.

3)      La errónea lectura del 1-O. Junto a las movilizaciones contra la guerra de Irak, el 1-O ha sido la más impresionante movilización popular de este país. La capacidad, contra la persecución y represión del Estado Español, de abrir y mantener la inmensa mayoría de los colegios electorales y la participación de millones de personas en el referéndum fue impresionante. Ahora bien, si el proceso de la DUI se fundamentaba en dicho referéndum el mismo no puede concluir en la misma porque no consiguió la ayoría suficiente.

En definitiva, a mi entender, la equidistancia de la izquierda alternativa no independentista y el desprecio de la independentista a la consecución de la mayoría social suficiente han apoyado la capacidad del régimen podrido de responder al avance de la indignación popular.

Hemos perdido apoyo social pero la respuesta autoritaria del sistema abre posibilidades de respuesta, La primera el 21D. Tumbar el 155, tumbar a Rajoy.  


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